Estamos asistiendo en los últimos días a los arrebatos más exultantes de un PP envalentonado en la Comunitat Valenciana por los resultados de las pasadas elecciones, dispuesto y legitimado como se siente a proseguir con las tácticas del prestidigitador dirigidas a dominar y manipular con grandilocuencias huecas. Los dirigentes del PP valenciano se sienten la esencia pura del conservadurismo español, hasta se atreven a corroborarlo con cifras, y desde su arrogancia saturan sus mensajes de metáforas y símiles deportivos para explicarnos que lo que diga Camps y su fábrica de sueños será poco menos que una orden para Rajoy. Las ocurrencias de Ricardo Costa van a estar ubicadas, ni más ni menos, que en la “pole position” del programa con el que Rajoy aspirará a liderar de muevo la oposición. Y esas ocurrencias no son otras que las que el secretario regional del PP denomina ahora “herramientas clave de prosperidad”, las mismas que su partido obvió cuando gobernaba aquí y allá.
Los socialistas vamos a pedir a los valencianos que estén atentos a los trucos del lenguaje que emplean en el PP cuando afirman, por ejemplo, que ninguna de las obras proyectadas por Zapatero han traído una sola gota de agua a la Comunitat Valenciana, o que el Gobierno elude sus responsabilidades en materia de seguridad ciudadana, cuando las peores estadísticas delictivas se registraron en la Comunitat Valenciana justo cuando Camps era delegado del Gobierno.
El lenguaje torticero del PP distrae la atención, por ejemplo, sobre el hecho de que sólo dos obras, la consolidación del embalse de Arenós y la colocación de compuertas en el embalse del Alagar, que el PP obvió, han suplementado en 120 hectómetros cúbicos la disponibilidad de agua, al tiempo que ocultan las decenas y decenas de obras del programa AGUA que están en marcha, muchas de ellas a punto de entrar en servico.
Pero lo sencillo, o quizá lo recomendable cuando el bagaje es pobre, es enredar. Que a nadie se le pase de largo que Camps prometió el AVE a la Comunitat Valenciana para 2007, que los dirigentes nacionales y regionales del PP renunciaron en una especie de contubernio acaecido en Murcia en 2001 a ejecutar ninguna actuación ligada al Corredor Mediterráneo, y que con los gobiernos de Aznar se dio prioridad a otras líneas que ya están en servicio o a punto de inaugurarse. Esa es la única realidad que el PP ha sabido maquillar, con habilidad si se quiere, pero también con un abuso vergonzante de la maquinaria mediática pública y de fondos institucionales empleados en propaganda.
El prestidigitador ha cumplido su cometido, como ha hecho también con la gestión de sus crisis internas. El PP es el partido más irrespetuoso con las decisiones y los procesos internos del resto de formaciones, cuando no sólo ha dado con la purga zaplanista los espectáculos más lamentables que pueden proporcionarse en política, sino que sigue anclado literalmente en disputas de clanes familiares, más bien de sagas que se perpetúan mediante verdaderas exhibiciones de nepotismo orgánico, y en la medida que el resto de clanes se lo permiten. El propio secretario general del PP, hijo de ex concejala, y hermanano de ex ministro, se ha dado de bruces en su carrera hacia el Consell contra Carlos Fabra, recientemente padre de senadora territorial y hermano de jefe de gabinete del alcalde de Castellón, entre otros ilustres consanguíneos. Las disputas no son ideológicas, sino vanidosas rivalidades entre Costas, Fabras, Gimenos, etc.
Pero los engaños, como las victorias, son efímeras. En el habilidoso dominio del arte de la prestidigitación que ha demostrado el PP hay que buscar buena parte de las causas del desenlace de la reciente consulta electoral. Pero el pan y el circo no bastan. Cuando lleguen a notarse los efectos del desmantelamiento de servicios públicos esenciales, del despilfarro, y de las políticas huecas, ahí estaremos los socialistas valencianos para atender desde la responsabilidad las demandas colectivas.
Entre tanto, los socialistas no podemos anclarnos en debates estériles. La renovación de la dirección del PSPV seguirá el proceso establecido y debe efectuarse desde la normalidad y la serenidad, sin exclusiones, pero sin personalismos. La ejecutiva que dirige Ignasi Pla ha trabajado desde la honestidad, la entrega, y la buena fe, y si no hemos sabido con certeza si nuestra verdad era la verdad, sí sabemos al menos donde está la mentira, como dijo Umberto Illia, y así se lo vamos a explicar a los valencianos.
Los socialistas vamos a pedir a los valencianos que estén atentos a los trucos del lenguaje que emplean en el PP cuando afirman, por ejemplo, que ninguna de las obras proyectadas por Zapatero han traído una sola gota de agua a la Comunitat Valenciana, o que el Gobierno elude sus responsabilidades en materia de seguridad ciudadana, cuando las peores estadísticas delictivas se registraron en la Comunitat Valenciana justo cuando Camps era delegado del Gobierno.
El lenguaje torticero del PP distrae la atención, por ejemplo, sobre el hecho de que sólo dos obras, la consolidación del embalse de Arenós y la colocación de compuertas en el embalse del Alagar, que el PP obvió, han suplementado en 120 hectómetros cúbicos la disponibilidad de agua, al tiempo que ocultan las decenas y decenas de obras del programa AGUA que están en marcha, muchas de ellas a punto de entrar en servico.
Pero lo sencillo, o quizá lo recomendable cuando el bagaje es pobre, es enredar. Que a nadie se le pase de largo que Camps prometió el AVE a la Comunitat Valenciana para 2007, que los dirigentes nacionales y regionales del PP renunciaron en una especie de contubernio acaecido en Murcia en 2001 a ejecutar ninguna actuación ligada al Corredor Mediterráneo, y que con los gobiernos de Aznar se dio prioridad a otras líneas que ya están en servicio o a punto de inaugurarse. Esa es la única realidad que el PP ha sabido maquillar, con habilidad si se quiere, pero también con un abuso vergonzante de la maquinaria mediática pública y de fondos institucionales empleados en propaganda.
El prestidigitador ha cumplido su cometido, como ha hecho también con la gestión de sus crisis internas. El PP es el partido más irrespetuoso con las decisiones y los procesos internos del resto de formaciones, cuando no sólo ha dado con la purga zaplanista los espectáculos más lamentables que pueden proporcionarse en política, sino que sigue anclado literalmente en disputas de clanes familiares, más bien de sagas que se perpetúan mediante verdaderas exhibiciones de nepotismo orgánico, y en la medida que el resto de clanes se lo permiten. El propio secretario general del PP, hijo de ex concejala, y hermanano de ex ministro, se ha dado de bruces en su carrera hacia el Consell contra Carlos Fabra, recientemente padre de senadora territorial y hermano de jefe de gabinete del alcalde de Castellón, entre otros ilustres consanguíneos. Las disputas no son ideológicas, sino vanidosas rivalidades entre Costas, Fabras, Gimenos, etc.
Pero los engaños, como las victorias, son efímeras. En el habilidoso dominio del arte de la prestidigitación que ha demostrado el PP hay que buscar buena parte de las causas del desenlace de la reciente consulta electoral. Pero el pan y el circo no bastan. Cuando lleguen a notarse los efectos del desmantelamiento de servicios públicos esenciales, del despilfarro, y de las políticas huecas, ahí estaremos los socialistas valencianos para atender desde la responsabilidad las demandas colectivas.
Entre tanto, los socialistas no podemos anclarnos en debates estériles. La renovación de la dirección del PSPV seguirá el proceso establecido y debe efectuarse desde la normalidad y la serenidad, sin exclusiones, pero sin personalismos. La ejecutiva que dirige Ignasi Pla ha trabajado desde la honestidad, la entrega, y la buena fe, y si no hemos sabido con certeza si nuestra verdad era la verdad, sí sabemos al menos donde está la mentira, como dijo Umberto Illia, y así se lo vamos a explicar a los valencianos.
Artículo publicado en el diario Levante-EMV en agosto de 2007
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